Prensa

Iniciativas que dan esperanza

15/11/2008

"En mi escuela había signos de violencia muy grandes. La realidad cotidiana nos abrumaba. Empezamos a pensar en un proyecto para atraer el interés de los chicos. Así surgió una murga y, luego, la Banda de Sikuris. Los mismos chicos que se peleaban y maltrataban comenzaron a tener un comportamiento excelente. Habíamos cambiado la violencia por la música." El relato de la docente Alba Elisabeth Mancinella, de la Escuela Secundaria N° 9 de Olavarría, llenó de emoción a quienes asistieron a la entrega del Premio Comunidad a la Educación, instituido por la Fundación LA NACION, al que se postularon este año unas 340 propuestas. La Banda de Sikuris, integrada por 50 alumnos, es una de las tres experiencias premiadas, junto con el programa de becas de la Fundación Grano de Mostaza, que permite acceder al secundario a chicos que viven en los cerros salteños, y el Aula-Taller Carlos Mugica, que ayuda a terminar la primaria a jóvenes y adultos expulsados del sistema educativo. Todas las prácticas educativas premiadas, como otras cinco que recibieron menciones, favorecen la inclusión social de chicos y familias postergadas. Y se pueden definir por un valor en común: dejan enseñanzas que se extienden a toda la comunidad. "Sólo es posible una educación de calidad si hay justicia social", es la reflexión de Roberto Candino, director del Aula-Taller Carlos Mugica, un mundo de oportunidades para los 550 jóvenes y adultos que pasaron por allí en los últimos cinco años. Animados por el espíritu del padre Mugica comenzaron la experiencia hace 20 años no pensando en un premio, sino en cómo construir un mundo mejor. "Lo más doloroso es cuando perdemos alumnos y caen en la violencia", admitió Candino. El taller ofrece una capacitación integral a jóvenes y adultos que pasaron previamente por experiencias de fracaso escolar. Se dictan cuatro horas de clases por día y, más allá de la formación y los contenidos, procuran rescatar el capital cultural propio de la escuela, que hoy está en juego en un mundo obsesionado por el capital económico.  

Un grano de todos

"En momentos en que más de 350.000 chicos, de 15 a 19 años, no estudian ni trabajan, y cuando se habla tanto de la inimputabilidad penal de los menores, sería bueno que se tome conciencia y se empiecen a construir escuelas y formar maestros. Todos tenemos que ser granos de mostaza, que germinen y puedan dar frutos de vida grande y digna", reflexionó el padre Gustavo Boquín, párroco del Socorro y asesor de la Fundación Grano de Mostaza, que desarrolla su tarea de promoción y asistencia en los cerros salteños desde 2006. La fundación, creada por el joven Lucas Raimúndez, beca a chicos que proceden de escuelas rurales de los cerros salteños, donde no hay agua corriente, ni luz, ni gas, y donde aún se practica el trueque. Los alumnos son trasladados y alojados en casas de familia en la ciudad de Rosario de Lerma para estudiar el secundario y carreras terciarias. Allí, los docentes y profesionales de otras disciplinas emprenden una cruzada contra los limitados recursos con que llegan y el desarraigo. Entregan alimentos, ropa, útiles escolares y contención afectiva. Incluso hubo campañas de vacunación y estudios médicos. Los chicos tienen talleres en la parroquia de Santa Rita, donde funciona una sala de computación y una casa de estudios. La tarea es posible gracias a una red de padrinos "que ponen su grano y ayudan sin conocer a los chicos", precisa Raimúndez.  

Cultura andina

La experiencia de la Banda de Sikuris, que conmueve a la ciudad de Olavarría, constituye un camino sin fronteras para los alumnos. Muchos de los que comenzaron en la orquesta, en 2002, ya son instructores y dan clases de instrumentos, mientras les llegan pedidos de otras comunidades para que ayuden a crear bandas similares. "En Olavarría hay fervor. Los chicos se sienten reconocidos y muy útiles. Ellos mismos quieren extender la experiencia", contó la maestra Alba, que toca instrumentos a la par de sus alumnos. Todos los chicos aprendieron a tocar los instrumentos y a cantar en el grupo. No es una enseñanza personalizada, sino que se fomenta el aprendizaje en conjunto. La experiencia no termina con la música. Es un proyecto integrado, que comprende la revalorización de cultura de los pueblos andinos, con su geografía, su historia, creencias y la vida comunitaria. Las tres prácticas recibirán $25.000 cada una para ampliar el proyecto, además de un documental que muestra la experiencia, para que la vean todos y sirva de estímulo. Nota en www.lanacion.com.ar  

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